domingo, 8 de junio de 2014

Ceasefire, please.


En frente hay un abismo que deriva al mar, a la amplitud, termina en la luna que se posa delicadamente en el horizonte y junto a ella, lo imperioso. 
El árbol se mece al compás del viento helado el cual va escarchando sigilosamente cada hoja de su copa hasta llegar al centro de su corazón y él, quien me cubre la espalda, quien me provee de reposo y quién me brinda algo de calma. El aire me golpea la cabeza y se me derrite en el cuerpo, despertando la nostalgia de su plácido letargo que la ataba.  

Zephyr, no encuentro nada, no encontramos nada y todo lo que creímos encontrar se nos va de las manos como intentando agarrar agua.  

Un soplo constante de estímulos gratos que se tornan necesidad y alimento para el cuerpo, las consecuencias y las malas suertes están escritas con tinta indeleble.
Y él, lo más probable que me odie con la misma furia e intensidad con la que me destrozó el cuello.


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